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Un jueves cualquiera


     Con una capacidad asombrosa para darse la razón a sí misma, comenzó a hacer un balance sobre su vida y las decisiones con las que fue acompañando sus días y sus noches.

     Algunas de ellas fueron impulsivas, otras, necesitaron de argumentos más contundentes tanto a favor, como en contra. 

     De nuevo otra encrucijada; otra elección que tendría sus consecuencias; ni mejores ni peores, sólo consecuencias. 

     El cielo azulado con toques grises de aquel ocho de enero iba a influir en todos los planes que empezaban a cuajarse en su mente y a plasmarse en su agenda. 

      Javier había quedado en recogerla pero ella cambió el lugar del encuentro.  Le apetecía seguir paseando por la avenida llena de árboles, esos que cambian de color dependiendo de la estación y que le propiciaban sombra en los días más calurosos o dejaban pasar los rayos del sol en cuanto el frío hacía alarde de su presencia.

     La agradable sensación del calor del sol a través de las ramas desnudas hizo que se despojara de los guantes. Pudo ver sus manos a plena luz, con manchas pequeñas en las que no se había fijado antes, bien porque no estaban o bien porque empezó irremediablemente a ver los cambios que estaba experimentando en su cuerpo. 

     Había logrado comprar la casa de sus sueños y restaurarla a su gusto. Para ello había postergado viajes, cenas, compras innecesarias porque, como solía caracterizarla, una fecha concreta era la que iba a establecer el fin de proyecto: exactamente el veinte de diciembre del año anterior. 

      Esa tarde se volvió oscura cuando recibió una llamada. Se conmovió, hasta tal punto de emprender un viaje fulminante por sus pensamientos y detestarse, enfurecerse, odiarse y escupir unas palabras que sólo resonaron para ella aunque, olían a moho, a antaño y a repugnancia. Pero solo se trataba de arrepentimiento. De las pocas cosas de las que se seguía arrepintiendo: guardado en un lado discreto de su memoria no hacía daño, o no conscientemente. 

     Y estaba totalmente decidida a que, en esta ocasión, el mundo dejara de girar por unos instantes. 

     Había construido una vida equilibrada y logrado dormir por las noches, sin preocuparse de los problemas que la estuvieron acompañando durante un par de décadas. Se sentía agradecida a la vida. Tenía la suerte de ver a sus padres a menudo y de tener una relación extraordinaria con sus hijos.

    El detective al que contrató, unos meses atrás, le confirmó su corazonada. Su ex marido había desparecido hacía más de ocho años, aunque en los últimos, antes de esa locura, había ido dejando de ser el que ella conociera. Lo había dejado todo para seguirle. Creía en él y poco a poco se fue perdiendo, entre mentiras, niños y cansacio. Sólo le dijo que estaba vivo y que tenía buen aspecto. Concertaron una cita al día siguiente y, esa noche, se desveló.

     - ¡Javier! Estoy en la avenida, sentada en un banco. Espero a que llegues. 

     

     

  M.C.P.G Octubre 2024

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