La vida se me ocurre como un laberinto, donde podemos perdernos y desesperarnos para encontrar la salida. Avanzamos con la información que nos fueron enseñando nuestros familiares, amigos, nuestras lecturas, nuestras experiencias anteriores. Escuchamos ecos de voces que nos resultan familiares y cuando hemos avanzado, a veces, perdemos unos metros o nos equivocamos de recorrido. En este laberinto, que está lleno de incógnitas, tenemos un guía especial que es nuestro corazón, nuestra intuición. Cuanto más nos alejamos de los ecos de los mensajes de nuestra mente y escuchamos más detenidamente a esta parte que habíamos olvidado, más empezamos a entender este nuevo lenguaje. Ahora nos hablan nuestros ojos, manos, estómago, espalda... Si alguna parte de nuestro cuerpo se manifiesta, algo está pasando, porque no estamos escuchando a nuestro ser, y nos adentramos en zonas más grises y oscuras. Cuando sabemos que queremos encontrar l
La diferencia en los resultados está en tus pensamientos. Si estás más atento a ellos, descubrirás tu programación mental y hábitos emocionales. Un enigma dentro de ti, que a tu ritmo, puedes ir descifrando.