Mi mente se rinde, ante la evidencia, ante las consecuencias de querer controlar, ante el apego... Si mi respiración es tan inconsciente, pero tan necesaria, no solo para seguir viva, sino para que mis células se oxigenen, para tranquilizarme o para saber cuándo me siento agitada; podría imaginar que los pensamientos son el oxígeno de mi mente, y del mismo modo que cuido el aire que respiro, empiezo a sentir los pensamientos tóxico. Ya no dejo que entren, o estoy atenta, porque me asfixian y los reconozco más cada vez, casi al instante. A veces, estos pensamientos, están saborizados con melancolía,, otras con enfado, con sentimientos de injusticia, etc, pero no voy a dejar que utilicen mis neuronas para expandir su negro humo una vez que se colaron haciéndome creer en ellos. Y me rindo, y al rendirme, es mi mente la derrotada, la que saca la bandera blanca, porque se da cuenta de que prefiere que no la deje en la orilla mientras yo emprendo un viaje por este l
La diferencia en los resultados está en tus pensamientos. Si estás más atento a ellos, descubrirás tu programación mental y hábitos emocionales. Un enigma dentro de ti, que a tu ritmo, puedes ir descifrando.