Hacernos conscientes del sentido de culpabilidad y no de responsabilidad, cuando pensamos que nos hemos equivocado en algo que haya dicho o hecho y un miedo se apodera de nosotros por unos instantes. La culpa se covierte en una soga cogida al cuello, en cuyo extremo hay una piedra muy pesada que está cerca de un precipicio. En solo un momento, nuestra mente nos puede llevar a pensar que estamos en peligro, aunque haya sido, simplemente un reflejo de ese miedo que estaba por ahí guardado. Hay un miedo muy profundo a decepcionar, a que me "regañen", pero podemos reivindicar el derecho al error, a la imperfección, y aún así, cada día amarnos más. Este miedo comienza en los primeros años, donde hablar y aprender se convirte en una lección muy dura de asumir. El cuerpo, ya rechaza estas situaciones: nos recordamos pequeños e insignificantes, porque al dejarnos llevar por esa felicidad del instante las alas que empezaban a expandirse para emprender el vue
La diferencia en los resultados está en tus pensamientos. Si estás más atento a ellos, descubrirás tu programación mental y hábitos emocionales. Un enigma dentro de ti, que a tu ritmo, puedes ir descifrando.