Si madurar significa aceptar, sin más, no quiero. Prefiero dejar que las emociones recorran todas mis células, me hablen, me ayuden a sentir y pueda definirme cada día como una persona con ilusiones, dispuesta a disfrutar y a saber qué tengo ante mí y no, qué dejo de lado. Quemarme con el fuego de la vida o helarme con las noches en soledad. Hoy en día me siento fuerte cada vez que me adentro en un campo maravilloso, único y especial. Y me veo saltando de alegría porque tengo en mis manos un abanico coloreado con cada una de las emociones que me llevan a sitios distintos, pero que luego, me devuelven al mismo centro, serena, entera, y de nuevo, preparada. Sin maquillaje de estos para disimular la crudeza del viaje. Mirando en el espejo cómo quedaron huellas en mi rostro, pero mis ojos repletos de ilusiones, esperanza y deseos de aventura. ¿Qué más le puedo pedir a la vida? Ah, sí...que los míos, que no me pertenecen, se hagan cómplices de esas alas preparadas para emprend
La diferencia en los resultados está en tus pensamientos. Si estás más atento a ellos, descubrirás tu programación mental y hábitos emocionales. Un enigma dentro de ti, que a tu ritmo, puedes ir descifrando.