Me desperté de madrugada y sentí como una antorcha de luz en mi pecho. Ya no prendía de él ningún resorte. Era la sensación de que una linterna, como un faro para los navegantes, serviría de referencia a los que se habían perdido. Les cantaría una nana para mecer sus mentes y que con el sueño profundo despertaran a un nuevo amanecer. Sintiendo de nuevo con esa mirada, descansada de tanta oscuridad, que la culpabilidad agotadora y el estrés del circo donde ser el payaso, el títere o el domador domado daría paso a un mundo donde soñar y cumplir los sueños, sería el único avance personal posible. Como una ola hace con las huellas en la orilla, éstos lo harían con las penas, dando por concluido el puzle del destino de cada cual. Al día siguiente empezaría a preguntar a mis padres, a mi hermano, a mis hijos...cuáles eran sus sueños. En una escala debían estar en un nivel más alto que los deseos, como si a pesar de todo, el sueño te llevara, precisamente, a una vida de ensueño. Estas re
De pronto, me hallaba en una situación inverosímil de la que, por una parte quería salir volando, y por otra, seguir ahí, pausado infinitamente. La luz de mis creencias me iluminaba, sintiendo que estaba en el sitio adecuado, convencido de que la armonía volvería a regir de nuevo la vida. Había decidido desprenderme de esa soledad y encontrarme con las partes de las que había permanecido tanto tiempo separado y me ayudarían a compartir, de nuevo, mi alegría. Me sentía bendecido con el valor que antes me había faltado. Ya no encontraba ninguna excusa y tampoco necesitaba buscarlas. Armado con mi lanza tallada interrumpí la mirada entre ambos, Ata y Hermes, y al dejarme embriagar por la historia que los unía entendí el por qué de muchas cosas. La única forma en que ella podría arrebatarle el medallón, y que éste conservara todos sus poderes, era hacerlo con la dulzura sin palabras que parecía estaba dispuesta a utilizar. Fue en ese momento cuando sentí que Hermes y yo nos fundimos