Hace mucho tiempo que empecé a escribir mis pequeños relatos a partir de una imagen que, normalmente y, como una mariposa, se acerca a mí, revoloteando. Una vez que ha pausado su vuelo en mi hombro, emprende su viaje. A veces, la sigo con la mirada, otras, me distraigo con miles de pensamientos pero, casi siempre, logro averiguar el significado. De hecho, cuando ignoro el fugaz destello de ese recuerdo y no le doy el beneficio de que ocupe un sitio entre mis notas, me invade una especie de tristeza. Es una melancolía fruto de la omisión a la llamada que, esa parte tan importante y con un peso tan específico en mi ser, me hace cada día, susurrándome la importancia de seguir recorriendo mi camino. El sólo hecho de transformar mis pensamientos en estas líneas, me vuelve a poner en consonancia con todas esas personas que empiezan a perder el aliento y en las que la desidia y desesperación forman parte de cada célula de su mundo, para decirles que sigamos caminando mientras ha
Y si La Vida me presenta a su amiga, La Muerte, y no aprendo, entonces, ¿cuándo? Y si el Amanecer me trae otra oportunidad, y no hago nada distinto, entonces ¿cuándo? Si la esperanza guarda el amor en una esquina, con forma de corazón, y me empeño en que esté en la nuez de mi cráneo, cuándo dejaré que me penetre como una lanza de luz? Si con el paso de los días, y, a pesar de todo, no soy capaz de volar, ¿para qué quiero mis alas? El Amor lleva demasiado tiempo derramando lágrimas que no le pertenecen, porque él es gozo y paz, armonía y buenaventura. Abre tu puerta. ¿Esa que siento aquí, en mi pecho? Dejo que entres para entrar por la tuya. Ya tengo permiso para elevarme, y dejar atrás las efímeras cajas, llenas de cosas vacías. He encontrado mi tesoro. No era ni oro, ni plata. Era luz que deshace las tinieblas. Era Amor que deshace el Odio. Y era Amistad, que deshace las Guerras. Gracias por darme la oportunidad de oír, de bautizarme de nuevo, de limpiar mi ego, de pasar de punti