La vida se me ocurre como un laberinto, donde podemos perdernos y desesperarnos para encontrar la salida. Avanzamos con la información que nos fueron enseñando nuestros familiares, amigos, nuestras lecturas, nuestras experiencias anteriores.
Escuchamos ecos de voces que nos resultan familiares y cuando hemos avanzado, a veces, perdemos unos metros o nos equivocamos de recorrido.
En este laberinto, que está lleno de incógnitas, tenemos un guía especial que es nuestro corazón, nuestra intuición.
Cuanto más nos alejamos de los ecos de los mensajes de nuestra mente y escuchamos más detenidamente a esta parte que habíamos olvidado, más empezamos a entender este nuevo lenguaje.
Ahora nos hablan nuestros ojos, manos, estómago, espalda... Si alguna parte de nuestro cuerpo se manifiesta, algo está pasando, porque no estamos escuchando a nuestro ser, y nos adentramos en zonas más grises y oscuras.
Cuando sabemos que queremos encontrar la salida, dejar de estar encarcelados en este juego que nuestra mente ha preparado para nosotros, porque ha sido programada para ese fin, tenemos que estar pendientes de cada señal, aceptar que hemos recorrido cierto camino, sacar lo mejor del pasado, para no tropezar de nuevo con las mismas piedras y estar pendientes de cada paso que damos, porque de cada uno de ellos dependerá el tiempo y la entereza con la que lleguemos a la salida.
Y cerraremos la puerta de esa etapa, reflexionaremos sobre qué tipo de conflictos internos vamos a encontrar la solución, y nos introduciremos de nuevo en otro laberinto, desde el que veremos el cielo, el anochecer y amanecer, las estrellas y el Sol, pero esta vez, no tendremos prisa para encontrar la salida, y el recorrido será muy agradable, porque desde la paciencia y la sabiduría adquiridas durante años, la vida nos premia con ilusiones distintas.
... Este es un símil que podemos aplicar a cada vez que nos enfrentamos a un reto.
M.C.P.G.2014
Escuchamos ecos de voces que nos resultan familiares y cuando hemos avanzado, a veces, perdemos unos metros o nos equivocamos de recorrido.
En este laberinto, que está lleno de incógnitas, tenemos un guía especial que es nuestro corazón, nuestra intuición.
Cuanto más nos alejamos de los ecos de los mensajes de nuestra mente y escuchamos más detenidamente a esta parte que habíamos olvidado, más empezamos a entender este nuevo lenguaje.
Ahora nos hablan nuestros ojos, manos, estómago, espalda... Si alguna parte de nuestro cuerpo se manifiesta, algo está pasando, porque no estamos escuchando a nuestro ser, y nos adentramos en zonas más grises y oscuras.
Cuando sabemos que queremos encontrar la salida, dejar de estar encarcelados en este juego que nuestra mente ha preparado para nosotros, porque ha sido programada para ese fin, tenemos que estar pendientes de cada señal, aceptar que hemos recorrido cierto camino, sacar lo mejor del pasado, para no tropezar de nuevo con las mismas piedras y estar pendientes de cada paso que damos, porque de cada uno de ellos dependerá el tiempo y la entereza con la que lleguemos a la salida.
Y cerraremos la puerta de esa etapa, reflexionaremos sobre qué tipo de conflictos internos vamos a encontrar la solución, y nos introduciremos de nuevo en otro laberinto, desde el que veremos el cielo, el anochecer y amanecer, las estrellas y el Sol, pero esta vez, no tendremos prisa para encontrar la salida, y el recorrido será muy agradable, porque desde la paciencia y la sabiduría adquiridas durante años, la vida nos premia con ilusiones distintas.
... Este es un símil que podemos aplicar a cada vez que nos enfrentamos a un reto.
M.C.P.G.2014
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