A estas alturas empiezo a ver con más claridad y fuerza lo que antes el miedo, y el orgullo me impedían y que eran la excusa inconsciente de todos y cada uno de mis actos y pensamientos.
Reconocerlo, sentirlo, me produce paz; mis lágrimas brotan de agradecimiento por haberme dejado llevar hasta aquí, aún sabiendo que he participado de mi propio sufrimiento y con el que también he afligido a personas que amaba y que amaré toda la eternidad.
Confesar mi vulnerabilidad, mi ignorancia, escondida tras el victimismo de la ausencia de responsabilidad y reconocer mi puesto dentro de los hechos con plenitud de mis facultades, me libera, me permite perdonarme, y así, seguir creciendo, experimentando y aceptando que estoy rodeada por mucha gente que me guía hacia un destino que ninguno podemos evitar, o sí, pero que finalmente, alarga esa agonía que produce malestar y enfado.
Entiendo que no queramos estar solos mucho tiempo, porque estar con nosotros mismos nos permite escucharnos, así que nos conectamos virtualmente, para compartir el papel asignado en cada obra de teatro, en cada película que nos inventamos. O, simplemente, guardamos lo más importante para no sé cuándo, y, aunque el tiempo es relativo, escabullirme de abrir la puerta que da paso a la Verdad me ha tomado unos años valiosos, y sólo he asomado la cabeza, rendida y agradecida de este agotador proceso de señalar fuera lo que sólo a mí me correspondía.
A estas alturas, veo todo más brillante porque hay más luz, porque ha desparecido el polvo de la superficie, porque ya no espero nada y al mismo tiempo sé que Todo me pertenece.
A estas alturas te invito a venir, a dejarte llevar para sentir que todos tenemos segundas y terceras y cuartas oportunidades, infinitas si quieres, porque la puerta de la esperanza gira como en ese hotel al que siempre has querido entrar, donde no hay estrellas para designar su categoría.
Escribiendo estas palabras, acompañada de música de piano, puedo verme en contacto con la naturaleza, toda su belleza, formando parte de ella, de su respiración y de sus alegrías. Los cuentos de hadas que escuchaba cuando era pequeña se parecen mucho más a la vida desde el interior, que a los logros materiales conseguidos a base de las escaleras de cristal, espejo de nuestras carencias de amor. Si esta paz y plenitud forma parte de muchos de mis momentos, quiero ser el hada madrina que con su varita mágica pintaba esas fantasías de antaño.
Me siento tan identificada con lo que acabo de leer, tus palabras son... Como lo cuentas y escribes... Es todo tan cierto que puedo decirte que por cada palabra me veía a mi misma. Eres magnífica. Muchas gracias por compartirlo.
ResponderEliminarGracias Ana Mary, por dejar tu comentario y por sentir cada palabra. Compartir es lo mínimo que puedo hacer.
Eliminar