Y allí estaba yo,sentada con la cabeza entre mis rodillas y mi espalda apoyada en una pared. No sentía ni frío, ni soledad, y la luz entraba por un gran agujero en el techo que formaba mi cueva. De pronto empecé a recordar qué me había hecho entrar allí y sentirme tan a gusto viendo la vida desde esa inmovilidad. Y, durante unos segundos, percibí las cosas que me perdía cuando me quedaba allí tanto tiempo, pensando que era mi refugio. Y sentí que fuera de ella había situaciones distintas que estaba dejando de experimentar por falta de impulso, de ganas, o, simplemente porque me había acostumbrado. Fue entonces, cuando tomé la decisión de salir que me hice consciente del lugar en el que me encontraba y que ya no era tan acogedor como suponía, así que empecé a sentir un escalofrío cuando descubrí la oscuridad en la que vivía pudiendo estar en una parte más cálida y activa de mi vida.
Me levanté, lo hice, mirando atrás con melancolía y hacia delante con ilusión, y a la vez que caminaba me fui despojando de los harapos que creía me protegían del frío, desnudándome mientras me hacía más fuerte que nunca porque sabía lo que no estaba dispuesta a dejar pasar ...la oportunidad de vivir cada día como si fuera único, de compartir todo lo que llevo dentro de mí porque es la forma en que me completo, así que eso es lo que voy a comprar...la oportunidad que tengo cada día de elegir mi destino.
M.C.P.G. 2019
Gratificante el levantarse y poder leer tu breve pero acertada reflexión. Ese es el camino esa es la actitud.
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