Hoy recordé la primera vez que me dijeron, crudamente, que yo atraía lo que pasaba en mi vida. En verdad me enfadó tener que ser yo quien cambiara, quien iniciara el proceso para que las cosas dejaran de pasar del mismo modo.
No sabía cómo hacerlo, aún teniendo muchas herramientas a mi alcance, pero, sobre todo, no quería hacerlo, a un nivel más profundo de lo que pensaba.
El hecho de hacerme responsable implicaba entendimiento, aceptación y perdón hacia mí misma, y estos son actos muy fáciles de decir, pero más complicados de llevarlos a cabo.
La impotencia de no poder controlar las circunstancias externas creaba una tensión dentro de mí que se reflejaba en mi rigidez mental y en algunos órganos, como el hígado que guardan los resentimientos y la rabia contenida.
A mi alrededor, y sólo abriendo los ojos, más allá del orgullo, podría haber visto en mis compañeros de viaje, mis hijos, y en mis repetidas conversaciones, cómo estaba en realidad, dejando a un lado los distintos papeles que interpretaba por inercia.
El miedo a la sinceridad conmigo misma ha estado a punto, de nuevo, de separarme de mi destino. Reconocer que merezco sentir la Plenitud en esta vida y que debería sentirme la persona más afortunada del mundo por seguir estando aquí y ahora, y llegar a esta paz imposible de comprar, porque todos podemos encontrarla cuando estemos preparados; este miedo, que tantas zancadillas me puso y que aparece disfrazado de mil formas distintas, impidiendo o retardando la llegada a cada una de las etapas, este mismo miedo es el que ahora me ayuda a levantarme, porque me susurra y reconozco el eco de sus frases de antaño.
Hoy quería transmitir que toda la información que vamos recogiendo en nuestro camino personal queda ahí, y será útil para el momento en que decidamos alzar la vista y divisar la majestuosidad del Universo.
M.C.P.G. 2018
Comentarios
Publicar un comentario
Si te apetece comentar algo o preguntarme, suelo responder en poco tiempo.