Y sólo cuando centré mi mundo en mí y mi órbita, se volvió un recorrido firme y consciente. Fue así como los satélites que giraban a mi alrededor me parecieron lo más maravilloso que había ocurrido en mi vida.
No es que antes fuera diferente, era igual, pero yo quería que todo cambiara, y la única que necesitaba un giro, era yo.
Cuando empecé a escribir mis pequeñas reflexiones, era como si el Sol iluminara una pequeña parte de mi planeta, así que su calor, duraba instantes.
No salirme de la órbita conlleva una actitud consciente de lo que me sucede, de lo que acontece a mi alrededor. Y, aunque, a veces, hay meteoritos que han causado daños en mi corteza, llegando sus efectos más profundamente de lo que me hubiera gustado, esos cráteres forman parte de mi paisaje, y no puedo, ni quiero entender mi vida sin ellos, porque me han ayudado a seguir girando, pasar por todas las estaciones y que cada día sea, no uno más, sino otro al que engalano con las ilusiones que salen de mi centro, de mi núcleo.
Mi sistema está lleno de soles y de estrellas, de amaneceres y atardeceres, y de otra forma sería como despojar a una margarita de sus pétalos, marchitaría el equilibrio de ésta.
Cuando me despierto algunas noches, tengo ilusiones, mis pensamientos son distintos que los del día, porque mi planeta sigue girando, aunque duerma. Encuentro soluciones que de día no veo porque estoy enfrascada en otros quehaceres. Estas ilusiones llaman a mi puerta, como si de niños repletos de juegos y cariño se tratara y quisiseran enseñarme o recordarme que estamos aquí para disfrutar, para desaprender los llantos de víctimas y ser valientes para explorar el Universo.
M.C.P.G. 2018
Comentarios
Publicar un comentario
Si te apetece comentar algo o preguntarme, suelo responder en poco tiempo.