Cuando no tememos la respuesta a las preguntas que hacemos es, o porque ya intuimos la respuesta o porque aceptamos la que tenga que ser.
Al rato, a los días, puede que nos arrepintamos de haber hecho esa pregunta, entonces es ahí donde la reflexión tendríamos que dirigirla hacia qué parte de nuestro yo cuestiono.
He estado años temiendo hacer preguntas de la que no quería saber la respuesta. El siguiente escalón pasó por hacer preguntas de las que esperaba una respuesta y aunque creía que las hacía desde el corazón, cuando no obtenía la respuesta que esperaba, un sentimiento de enfado y de sentirme menospreciada se apoderaba de mí, pero seguía golpeándome una y otra vez. Es difícil reconocer las encrucijadas de la mente para que nos mantengamos siendo los mismos de siempre, para no cambiar, para no dejar de defraudar a los demás, y sobre todo, para no dejar de ser como creemos que somos. Y, finalmente, pero pasando de ser ocasional a más habitual, no temo hacer preguntas, porque no temo las respuestas, pero me doy cuenta de que me vuelvo incómoda, porque ya no busco excusas ni explicaciones detrás de esas respuestas.
Me ha tocado despertar o he querido hacerlo?. Tengo mucho que aprender, pero sólo digo que aquí ,al otro lado, se difumina el sufrimiento, se recupera la lógica de la niñez y te desvistes de los miedos a ser aceptado.
Así que os animo a desnudaros , dejaros impregnar aunque sea unos segundos por la libertad de ser lo que tenéis dentro y no lo que se espera desde fuera. De mí, espero darme más oportunidades de brillar en la oscuridad. ¿Qué esperas de ti?
M.C.P.G 2017
Comentarios
Publicar un comentario
Si te apetece comentar algo o preguntarme, suelo responder en poco tiempo.