Ir al contenido principal

SÓLO ESTAMOS DE PASO




             Estaba escribiendo la historia de la terapia de mi amigo José Juan y creo que muchos preferimos seguir pensando que su energía aún está cerca de nosotros.


             He estado años sintiéndome culpable por su desaparición, pero sería absurdo seguir pensando que alguien tiene tanto poder como para controlar la vida de nadie. Siempre he sentido que en los momentos peores y mejores de mi vida ha estado ahí.

            Ser respetuosos con nosotros mismos y dejarnos llevar, parece ser una lucha y cuándo nuestras decisiones las controla la sabiduría que tenemos dentro, todo se vuelve mucho más fácil.


           Me siento afortunada de haberlo conocido, y de haber aprendido que existen muchos planos energéticos. Que hay que vivir al día y que nadie tiene derecho a aferrarse a la muerte de otra persona para dejar de vivir. Hay que pasar el duelo, pero el mejor regalo a la memoria que puedes hacerle a alguien que se ha ido, es seguir viviendo y recordándolo, no para encerrarte, sino para demostrarle que no es responsable de tu pena. Cambiando la forma de ver la desaparición del plano físico de las personas que queremos, tomamos consciencia de lo que significa el regalo de la vida y de que el límite entre un lado y el otro es muy fino, así que no juguemos a estar vivos sin vivir.

         Haced lo que os apetezca en cada momento. Decid a las personas que queréis y apreciáis, lo que sentís por ellas. Los abrazos que se pierden no se recuperan, no dejéis de intentar nada de lo que os apetezca y, sobre todo, no perdáis de vista que cada día es único y no vuelve a repetirse. La vida será todo lo monótona que tú quieras. Todo depende de nosotros, somos los responsables de ser plenos o de ser nuestra propia carga.


        A LA MEMORIA DE LOS QUE NOS DEJARON, Y QUE NOS ENSEÑARON SU ALEGRÍA DE VIVIR. A MIS ABUELOS Y EN ESTE CASO, A MI AMIGO JOSÉ JUAN SÁNCHEZ MARÍN.



       

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un jueves cualquiera

     Con una capacidad asombrosa para darse la razón a sí misma, comenzó a hacer un balance sobre su vida y las decisiones con las que fue acompañando sus días y sus noches.      Algunas de ellas fueron impulsivas, otras, necesitaron de argumentos más contundentes tanto a favor, como en contra.       De nuevo otra encrucijada; otra elección que tendría sus consecuencias; ni mejores ni peores, sólo consecuencias.       El cielo azulado con toques grises de aquel ocho de enero iba a influir en todos los planes que empezaban a cuajarse en su mente y a plasmarse en su agenda.        Javier había quedado en recogerla pero ella cambió el lugar del encuentro.  Le apetecía seguir paseando por la avenida llena de árboles, esos que cambian de color dependiendo de la estación y que le propiciaban sombra en los días más calurosos o dejaban pasar los rayos del sol en cuanto el frío hacía alarde de su prese...

EL CORAZÓN ARBOLADO

  Hace mucho tiempo que empecé a escribir mis pequeños relatos a partir de una imagen que, normalmente y, como una mariposa, se acerca a mí, revoloteando.     Una vez que ha pausado su vuelo en mi hombro, emprende su viaje. A veces, la sigo con la mirada, otras, me distraigo con miles de pensamientos pero, casi siempre, logro averiguar el significado. De hecho, cuando ignoro el fugaz destello de ese recuerdo y no le doy el beneficio de que ocupe un sitio entre mis notas, me invade una especie de tristeza.     Es una melancolía fruto de la omisión a la llamada que, esa parte tan importante y con un peso tan específico en mi ser, me hace cada día, susurrándome la importancia de seguir recorriendo mi camino. El sólo hecho de transformar mis pensamientos en estas líneas, me vuelve a poner en consonancia con todas esas personas que empiezan a perder el aliento y en las que la desidia y desesperación  forman parte de cada célula de su mundo, para dec...

MIRANDO MIS LÍMITES

      Me desperté con la sensación real de que una cuerda rodeaba mi cintura, una que me había mantenido en los límites de una zona conocida, donde me movía bien porque conocía el terreno. Pero todo empezaba a resultarme  familiar y repetido, y una sensación demoledora de seguridad al moverme en ese entorno que necesitaba romper de algún modo.      Esa seguridad imaginaria se desmorona cuando una fuerza para seguir avanzando, pero sobre todo, una curiosidad, innata en todos, me susurra que hay mucho por descubrir aún; y no quiero dejar de ver qué pasa por los lugares a los que no puedo llegar.    En cuanto me planteé esta nueva situación, miré a mi alrededor y pude ver que mi cuerda estaba fijada a un punto, un ancla de seguridad, y que esa cuerda estaba acortada por los muchos nudos que habían ido formándose ya no sé ni cuándo ni cómo;  sólo sé que empecé a deshacerlos, con cuidado, con compasión. Por lógica, podría ampliar el radio de ...