Existen muchas formas de llegar a un equilibrio interior, de sentirnos bien dentro de nuestro cuerpo y mente, pero, a veces es difícil encontrar la puerta de entrada a este camino de serenidad y paz.
En todos los casos que he tenido la suerte de tratar, el origen de este caos mental, donde no se sabe verdaderamente qué quiere uno en su vida, el principio, siempre apunta a la niñez.
En los hombres se repiten casi siempre las regresiones a los 7 años: edad relacionada con el cambio de niño, dependiente de sus padres, a niño que necesita independizarse y descubrir que es capaz de pensar y hacer y deshacer y que necesita tener esa toma de contacto con sus emociones y con su libertad.
Evidentemente, los adultos seguimos decidiendo, hasta en los detalles más pequeños, qué es lo que les conviene a nuestros hijos de 7 años, ahogando poco a poco su forma de expresarse, su niñez y su libertad de decidir. Y, por favor, a decidir, me refiero a que empiezan a querer escoger sus deportes, sus amigos, a querer compartir lo que sienten, y en muchos casos, hartos de que no se les hace caso, van dejando de expresarse y entrando en sus pensamientos ya que todo o casi todo lo que sienten que les gusta hacer es rápidamente juzgado y amputado por los que le rodean. El resultado de todo esto es que cuando vienen a recibir la terapia, están embriagados de una sensación de tristeza y pérdida de lo que realmente quisieron ser y dejaron de ser por el camino.
El procedimiento consiste, en este caso, en reconocer el momento exacto en el que los deseos de los demás pasan por encima de los suyos, traer ese recuerdo a la parte consciente para que pierda ese poder, aclarar el deseo que se quedó estancado y liberar el potencial congelado. Después se encuentran claramente con lo que les apetece hacer en el presente parta recuperar la ilusión perdida.
Con un pequeño cambio en sus hábitos, en la forma de vivir lo cotidiano, se recupera la ilusión por levantarte cada día.
Cuando lo que te hace feliz y pleno, sale desde la intuición y el corazón, empiezas a desprender una energía positiva. Dejas de juzgar a los demás y vives el momento presente donde el tiempo va a tu favor. En los detalles más pequeños, puedes encontrar ese cambio.
Es más fácil hacerle caso a lo que necesita tu corazón, que a lo que necesita tu mente.
Últimamente tengo un lema: vivir es mejor que sobrevivir.
M.C.P.G. 2014
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