A base de paciencia, actitud a veces más optimista, y otras, pensando que era una fracasada, he ido creando un castillo a mi alrededor donde sus murallas me defienden de todos los cambios externos, climatológicos, de pensamiento, de circunstancias, etc...
Para alcanzar mis objetivos varío la estrategia, esta tiene que evolucionar, dependiendo de las circunstancias. Aprender a adaptar tu vida como un árbol se deja mecer por el viento o incluso a veces sufrir el desgajo de las ramas que ya están quebradas o son más débiles cuando ese viento es de fuerza mayor. Y saber que después de la tempestad, el árbol sigue ahí, más hermoso aún, porque la naturaleza ha hecho su trabajo, lo mismo que las circunstancias de la vida hacen que podamos seguir creciendo y cambiar la perspectiva de las cosas.
Pero el objetivo, esto es algo que es más difícil de destruir, porque al igual que las raíces del árbol siguen intactas después del vendaval, nuestros objetivos en la vida deberían permanecer fuertes y anclados porque aunque ese árbol fuera transplantado, su futuro dependería de sus raíces tal y como nuestro futuro depende de la fuerza que tenemos para seguir aquí día a día.
Me siento fuerte como un árbol, se me han caído muchas ramas, he pasado por muchas noches largas, y los inviernos han sido oscuros y fríos, pero mis raíces han tomado mucha fuerza, han sabido esquivar las piedras para conseguir estar bien nutridas, y alrededor mía crecen unas preciosas flores porque, a pesar de todo, he podido protegerlas del fuerte sol.
Os invito a visualizar cómo están vuestras raíces, porque la belleza de lo que mostramos al mundo depende exclusivamente de ellas.
M.C.P.G. 2017
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